La
editorial Península
ha publicado Las buenas chicas no leen novelas, de Francesca Serra,
un libro para leer con los ojos bien abiertos. Hoy, 8 de marzo, día
internacional de la mujer trabajadora, queremos proponeros la lectura de este
gran libro. Porque todavía hay mucho por hacer y construir, por ello, y en
palabras del editor de Península, Manuel Fernández-Cuesta, «reivindiquemos
este día con intención transformadora y una mirada polémica, ácida pero
necesaria sobre la mujer, la lectura y la industria editorial». Puedes
leer el primer capítulo de este título, haciendo clic aquí.
Sobre el libro
Dentro de la sociología de la
lectura, este libro aporta la categoría de la pornolectora. Lejos de las
sombras y la lencería todoacien, del
consumo inmediato y la satisfacción instantánea, Francesca Serra propone ser
conscientes de qué leen las mujeres y por qué. Sabemos que, a lo largo de la
historia, se han incorporado tarde a la lectura. ¿Está la relación entre
lectoras y libros viciada por la dominación masculina? «La pornolectora nace cuando el
libro se convierte en mercancía», sostiene la autora. En esta era de
mercantilización de la cultura y expansión del entretenimiento, estamos ante un
libro que denuncia la alegoría del consumo, sin negar que existan Lectoras de
verdad y que su número haya aumentado en los últimos tres siglos.
«El libro
habla de cómo han visto los hombres a las mujeres en relación a los libros, de
cómo se construye una imagen femenina en relación a la lectura. Habla de cómo
la relación entre las mujeres y los libros, que era un supuesto espacio de
libertad, de emancipación, es en realidad un espacio de construcción ideológica
masculina. Realmente no es que hubiera una relación negativa de las mujeres con
la lectura, sino que se ha construido esa imagen negativa, que continúa a lo
largo de los siglos. Cuando arranca el libro diciendo todas somos pornolectoras
estoy queriendo decir que nos han construido esa imagen de pornolectoras».
«Los
intelectuales utilizaron al público femenino como chivo expiatorio, haciéndole
culpable de la decadencia de la literatura. Madame Bovary refleja esto, la
degradación cultural de su época. Bovary es una lectora de mala literatura,
también es adúltera, con lo cual es una figura muy sexualizada, y además es una
gran consumidora. Flaubert elige una figura femenina para plasmar los males que
aquejan a su tiempo».
«La entrada
de la mujer en el mercado de trabajo no ha cambiado la idea de la lectora de
bajo consumo, ni siquiera la entrada de las mujeres en la industria editorial.
Me parece que el sistema literario es muy estable, lleva mucho tiempo siendo
muy estable. La mujer cuando entra en ese sistema tiende a reproducir el
comportamiento masculino».
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