Encontré hace nada este artículo de El País que trataba del feliz acontecimiento, de la calidad de la fotografías de Gottlieb, del increíble archivo de músicos, de conciertos, de grandes momentos del Jazz que llegó a retratar; del famosísimo retrato de Billie Holiday, la cabeza alta, cantando con todo su poder y con todo su dolor, a la sonrisa de Count Basie, de la tranquilidad de un joven Leonard Bernstein componiendo en su piso de Nueva York, a la iluminada fachada del Apollo, la mítica sala de conciertos de Harlem. Una obra fascinante de más de 20.000 fotografías, un libro de 200 fotos reeditado 12 veces, The Golden Age of Jazz (la Edad Dorada del Jazz). Un legado gigantesco ahora a disposición de todos y libre de uso gracias al proyecto de fotografías históricas llevado por la Librería del Congreso con FlickR.
Siempre me fascinó la calidad de las fotos de Gottlieb, su fineza, esa luz impecablemente dominada, la tremenda fuerza expresiva que poseen, este talento para estar siempre presente en los momentos memorables de la música Jazz. Pero más que esto, es la ética de Gottlieb como ser humano, su filosofía de arte y de vida que ha ganado toda mi admiración y mi respeto.
Gottlieb siempre dejó la fotografía en un rincón privilegiado de su vida. Trabajaba como columnista y crítico de música para el Washington Post. No ganaba dinero con sus fotografías, aunque estas ilustraban sus artículos, y su mayor preocupación no era tanto la estética, sino más bien que sus fotos completaran el texto, que “cuenten algo”, afirmando que las tomaba “como un escritor lo hubiese hecho”. Le gustaba hablar de música y retratarla (os invito a ver la página web de la Librería del Congreso, donde podéis no sólo ver la fotografías, sino también escuchar los comentarios del fotógrafo con sus propias palabras) .
Un hecho que le permitió adquirir cierta libertad para retratar a estos músicos. El amor a la música, el profundo conocimiento que tenía de ella y la falta de medios y dinero le obligaron a tomar pocas fotos, a saber escuchar y sentir el momento idóneo para captarlo. Una sincera dedicación y una libertad de pensamiento que le permitieron retratar músicos de manera inusitada para la época, aunque hoy en día no nos lo parezca. Un artículo del New York Times nos recuerda la famosa anécdota de sus fotografías de Louis Armstrong, cuando Gottlieb se negó a fotografiarlo disfrazado de músico negro payaso (hecho que valió a Armstrong numerosas críticas por someterse en esta época a las representaciones degradantes de los afroamericanos). Ese respeto a la música y la humanidad le llevó a rechazar estas representaciones racistas y a querer sacar de Armstrong el orgullo y el genio del músico.
Se siente cuando un fotógrafo ama a la humanidad y las fotografías de Gottlieb transmiten tanto su respeto a la música como a las personas. Es uno de las cosas que les confiere este poder, esta particularidad, esta luz de lo que se hace con pasión.
Os invito a disfrutar de las numerosas fotografías de Mr. Jazz ahora al alcance de todos, las fotografías del que se decía que no tomaba fotografías, sino que fotografiaba la propia música.
-Retrato suyo escribiendo.
-Su fotografía más famosa: Billie Hollyday.
- El Apollo Theater, en Harlem.
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