19 de mayo de 2012

La luz que ofrece la oscuridad (I)


El sábado 05 de mayo tuvimos en Estación en Curva al escritor y periodista, Pablo Bujalance. Había ganas de cambiar de registro, de tener una entrevista de índole literaria. Y menuda entrevista. Intensa, descarnada, a bocajarro. Una conversación de las que gusta saborear en torno a una mesa, con café o vino, depende de la hora; una conversación que se instala en el paladar, cuyas palabras te persiguen durante días. Palabras/ideas, las mismas que acecharon a María Zambrano, esas que te instalan en la duda permanente. Una conversación que iluminó la estación más curva a pesar de la oscuridad imperante.

Pablo Bujalance


Bujalance acaba de publicar La Apnea del Hipopótamo (Ediciones Rubeo, 2012), una novela en la que su autor profundiza en el fenómeno de los nacionalismos, en sus claves y circunstancias, pero sobre todo y muy especialmente, en sus consecuencias. Articulando la historia a través y en torno a su protagonista, Ada, y estructurando la historia en dos partes totalmente diferenciadas, Bujalance ofrece al lector un artefacto narrativo del que es difícil distanciarse, olvidar, desprenderse. Con un lenguaje desmesurado e incontrolado, el escritor malagueño despliega un ramillete de ideas utilizando la ficción como aliada perfecta –a la manera de los grandes, Camus, Sartre, Dostoievski-, buscando, sin complejos, la complicidad del lector, esa persona responsable de la realidad, del presente, de lo que acontece y ha de acontecer.

Portada de "La Apnea del Hipopótamo"


En este título, su autor toma partido y toma parte, no mira hacia otro lado en los temas más escabrosos ni se distancia ante elementos que pueden comprometer a quien escribe; Bujalance cuestiona términos tan fundamentales como la identidad, la patria, la ética, la condición humana; realiza una revisión histórica desde la ficción –no confundir con novela histórica- del concepto de nacionalismo para abordar asuntos que atañen al presente, y reclama para la ficción política ese lugar privilegiado que en otros países existe pero que en esta latitud nos empeñamos en entender como mero ocio, olvidando que la ficción, que la literatura, puede ser el instrumento político más contundente e incendiario jamás inventado.

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