8 de febrero de 2012

Marchando una cita curva... "No amanece en Génova"

El pasado sábado 14 de enero, os recomendamos la obra No amanece en Génova, de la compañía Trasto Teatro como cita curva de la semana. La que escribe se pasó por allí; aquí os dejo mi impresión sobre la misma…

Siempre he pensado que el teatro es esa gran disciplina inteligente, sensible y audaz capaz de vapulear al ser humano cuado éste sucumbe ante los designios de un tiempo empeñado en el hundimiento y sometimiento del mismo. El teatro siempre ha estado ahí, infatigable, señalando la alternativa ante sistemas políticos o económicos esclavistas, ante sociedades corruptas y fracturadas, ante la mirada inerte del que ha perdido la capacidad de asombro.


Fotografía: Daniel Pérez (Teatro Cervantes)


El pasado lunes 23 de enero y dentro del programa de la XXIX edición del festival de Teatro de Málaga, se representó No amanece en Génova, de la compañía Trasto Teatro, dirigida por Raúl Cortés, autor y director de la pieza. Esta obra forma parte de la denominada Trilogía del desaliento (Contadoras de garbanzos, No amanece en Génova y No es la lluvia, es el viento), tríada que nace de la inquietud del autor por hacer mirar al mundo hacia lo que acontece, por hacer regresar el arte a ese lugar de compromiso ante la realidad; nace, en definitiva, de la inquietud por dignificar el teatro y su lugar en el mundo. En No amanece en Génova hay mucho de lo escrito. El Rey, interpretado magistralmente por Salva Atienza, busca una razón que le permita dejar de ejecutar de forma caprichosa y arbitraria, un único motivo que lo conduzca al cese de ese estado de terror en el que sólo impera el horror, la decadencia y la miserabilidad. Siquiera la fidelidad de su criado/verdugo, Oncetiros, al que dio vida Ana Hernández, puede salvar al Rey de su delirio, quien se desvanece entre los límites de su propia condición, entre las imágenes que su mirada le devuelve; se deshace ante la dictadura que él mismo ha levantado con un sueño en el horizonte: Génova. La Infausta, papel hecho carne por Nerea Vega, a ratos mujer a ratos enemiga del que amenaza con ejecutarla -como a todos, como al resto- es quizá uno de los personajes más interesantes al debatirse entre las luces y sombras en igual dosis. Transitada buena parte de la obra irrumpe en la misma, el poeta –el arte, el teatro-, interpretado por Pepi Gallegos, para sacudir el horror con la luz de la palabra, para proporcionar cordura y sentido común a una decadencia que se muestra perdurable.


Fotografía: Daniel Pérez (Teatro Cervantes)


Esta obra puede ser analizada desde dos perspectivas, dualidad que infunde a la pieza de un valor único, de una doble experiencia que conduce a No amanece en Génova a un estadio superior a lo estrictamente teatral. La primera perspectiva, la que responde directamente a la poética de la obra, quizá la más interesante y a partir de la cual nace el personaje, la acción y el escenario –por emplear los tres términos básicos de esta disciplina- es la reflexión en torno a la violencia, la inherente a la condición humana; la otra perspectiva es la plástica, quizá la más contundente, aquella que conduce el discurso de la obra a un nivel estético en el que el espectador cobra una importancia relevante y fundamental al ser incorporado a la pieza.


Fotografía: Daniel Pérez (Teatro Cervantes)


Esa primera perspectiva poética es la que permite el desarrollo de las acciones de los cuatro personajes, en este caso fue en el vestíbulo del primer piso del teatro Cervantes, y es en torno a la cual debemos buscar el porqué de dichas acciones, por qué los espectadores forman parte de la escenografía; por qué los silencios cobran tanta importancia. La violencia forma parte de nuestra condición, por eso todos debemos participar de esa dictadura, de esa ejecución –también es una advertencia, nuestra pasividad dentro de la obra puede ser reflejo de nuestra pasividad en la sociedad-, y el silencio se transforma en eco gracias al cual la violencia se transmite.



Fotografía: Daniel Pérez (Teatro Cervantes)

 
En cuanto al aspecto plástico, sin duda es uno de los elementos fuertes de No amanece en Génova; el hacer que los espectadores formen parte del entramado escénico no sólo refuerza el discurso de la obra sino que proporciona mayor contundencia a una escenografía en la que la decadencia y la belleza se reparten protagonismo.

(Crítica publicada en Mi Yo Espectador)

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